A todos les gusta el show
El último show de Javier Milei bailando como un espantapájaros con hipo y atronando los micrófonos del Movistar Arena confirma la teoría que dice que, para ser presidente en nuestro país, hay ...
El último show de Javier Milei bailando como un espantapájaros con hipo y atronando los micrófonos del Movistar Arena confirma la teoría que dice que, para ser presidente en nuestro país, hay que cumplir con tres requisitos: ganar las elecciones, cantar flojo y danzar peor. Más aún, la permanencia del sujeto (o de la sujeta, para que no se ofendan los adaptadores idiomáticos) en ese cargo dependerá de que jamás evolucione en ninguna de esas dos habilidades.
Ejemplos nos sobran. Macri viene bailando desde que era candidato a diputado nacional y no logró más que tragarse un bigote de plástico que casi lo asfixia intentando imitar a Freddie Mercury. ¿Qué hizo cuando asumió como Presidente? Se puso a bailar en el balcón de la Rosada con la gracia de un robot con espasmos.
A Cristina no se le reconoce un único estilo de danza. Porque no lo tiene. Le da lo mismo la cumbia que bailó en su cierre de campaña de 2017 en la cancha de Racing, como sacudirse al compás de una murga al estilo suricata con arritmia.
Nada diremos del sentido de la oportunidad que tienen estos “virtuosos” para deleitarnos con su arte, porque eso es motivo de otra columna. Elvis Presley, eso sí, fue todo un adelantado con El rock de la cárcel.
Si de cantos se trata, todos recordamos al profe Alberto cuando con motivo de un nuevo aniversario la Revolución de Mayo se subió a un escenario en Florencio Varela para entonar Solo se trata de vivir, de Litto Nebbia, acompañándose con la guitarrita que tanto amparo debe darle hoy en su encierro autoimpuesto de Puerto Madero.
Boudou era vicepresidente con anhelos de ascender: se subía a todos los shows de La mancha de Rolando, que también fue telonera de Cristina en un acto realizado en 2022 en el que la entonces vicepresidenta prometía recuperar “el nivel de vida” de su segundo mandato. Alberto, ¡teléfono!
Cómo olvidar al Carlos, todas sus fiestas, cuando sacó a Mirtha Legrand a bailar tango en sus almuerzos o cuando, más duro que turrón de Navidad vencido, intentó seguir los movimientos ondulantes de la odalisca Fairuz.
Y no son los únicos. Trump bailó –bueno, se movió más desorientado que astronauta en planeta nuevo- al ritmo de Village People, Clinton tocó el saxofón en actos protocolares y Zelensky les puso la tapa a todos porque antes de ser presidente había sido actor y ganado el Bailando por un sueño en la versión ucraniana de esa franquicia. Es decir, fue la excepción que confirma la regla.
Que no nos asusten los intentos de baile, querido lector. Las verdaderas coreografías transcurren debajo de los escenarios.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/a-todos-les-gusta-el-show-nid12102025/