Apuestas y fútbol: el caso Bruno Henrique sacude a Brasil y expone un problema que se extiende por el mundo
Santos, local, vence por 2-1 a Flamengo, es acaso la última jugada y el venezolano Yeferson Soteldo, hábil y pequeño, busca cerrar el partido cerca del banderín. Bruno Henrique lo busca. Soteld...
Santos, local, vence por 2-1 a Flamengo, es acaso la última jugada y el venezolano Yeferson Soteldo, hábil y pequeño, busca cerrar el partido cerca del banderín. Bruno Henrique lo busca. Soteldo le mete un túnel. Si realmente quiere forzar una amarilla para favorecer apuestas de familiares y amigos, la falta, si la hay, es leve. Sin embargo, el árbitro Rafael Klein lo amonesta. Bruno Henrique reacciona, le grita “mierda”, y Klein saca segunda tarjeta. Expulsión. Las casas de apuestas Betano, GaleraBet y KTO avisan a la policía de movimientos inusuales. Apuestas en favor de esa primera tarjeta amarilla. Y todas desde Belo Horizonte, ciudad natal de Bruno Henrique, que sigue hoy jugando como si nada. Lo hará el jueves contra Estudiantes, por un boleto a las semifinales de la Copa Libertadores.
La acción, que podría costarle una suspensión de hasta dos años a Bruno Henrique, sucedió el 1 de noviembre de 2023, por la segunda fecha del Brasileirão. Horas antes del partido, GaleraBet recibió cuatro cuentas nuevas apostando por una amarilla de Bruno Henrique. Otras tres llegaron a KTO. Y nueve más a Betano, tres de ellas a nombre de familiares de Bruno Henrique. Su hermano Juninho, su cuñada Ludymila y su prima Poliana. El premio triplicaba la apuesta. Ante la sospecha, las tres casas suspendieron los pagos y avisaron a la Asociación Internacional de Integridad de Apuestas (IBIA), que abrió una investigación. Un año después después, la Policía Federal y GAECO (Grupo de Acción Especial de Combate al Crimen Organizado) irrumpieron en las casas de los diez sospechados. Bruno Henrique dormía cuando los agentes llegaron a su mansión de Barra da Tijuca, al oeste de Río. Los teléfonos tenían conversaciones explosivas.
Dos meses antes del partido, Bruno Henrique, delantero de 34 años de bajo perfil, de paso fugaz por la Bundesliga y bicampeón de la Libertadores y del Brasileirão desde su arribo a Flamengo en 2019, le avisó de la amarilla a su hermano Juninho (Wander Nunes Pinto Junior), que, según contó el programa “Fantástico”, de la cadena Globo, lo compartió con familiares y amigos. El aviso final se lo dio tres días antes. Un mes después del partido (y con los pagos suspendidos), Juninho le dijo a Bruno Henrique que apostó 3.000 reales para ganar 12.000, pero que “el dinero está atascado”. Le cuenta que tiene problemas económicos y le pide un préstamo. Ludymilla, su esposa, llamó preocupada a Betano. “La apuesta”, le respondieron, “está bajo investigación”. “Fijate si Betano ya depositó el dinero”, reclamó Juninho a Ludymilla. “Si entra”, le advirtió su esposa, “será para la manutención de los niños”.
En julio pasado, la justicia ordinaria imputó a Bruno Henrique por violar la Ley del Deporte. En la justicia deportiva, el Tribunal Superior (STJD) lo suspendió por doce fechas (solo en el orden local) y lo multó con 11.300 dólares. Flamengo, todo un poder, apeló y el tribunal, un mes atrás, le permitió a Bruno Henrique a seguir jugando hasta que llegue el dictamen definitivo. Está acusado de “actuar en contra de la ética deportiva con el fin de influir en el resultado de un partido, competición o similar”, pero no quedó probado que haya buscado deliberadamente perjudicar a su equipo.
La acusación de “fraude”, pedida por la Fiscalía, no fue convalidada por el juez porque las casas de apuestas, curiosamente, no presentaron alegaciones. Hay demasiados vínculos con los clubes. Dieciocho de los veinte equipos que juegan el Brasileirao tienen casas de apuestas en sus camisetas (las excepciones son Bragantino y Mirassol). La propia Betano reemplazó a Pixbet y hoy es patrocinadora principal de Flamengo, cuya camiseta, la más codiciada del fútbol sudamericano, también era buscada por otras cinco casas de apuestas. Ganó Betano, que pagará 50 millones de dólares anuales. Récord histórico para el fútbol de Brasil, rico e inflado también gracias a esos dineros.
Los intereses se cruzan. La defensa de Bruno Henrique, por ejemplo, acusó de parcialidad a Betano, porque en el momento de la denuncia la firma patrocinaba a Atlético Mineiro, que justamente, “cuando se produjo el brutal y espectacular operativo”, era rival de Flamengo en la final de la Copa de Brasil (también patrocinada por… Betano).
Solo en el primer semestre del año, las empresas de apuestas deportivas y juegos online facturaron unos 3.300 millones de dólares en Brasil. Juegan a las apuestas (legales) casi 18 millones de brasileños (71 por ciento de hombres), un mercado que obligó a una regulación reciente del gobierno de Lula y que en el fútbol registró escándalos previos al de Bruno Henrique.
Cuentan que nuestro fútbol del Ascenso vive su propio drama. Lo sufre, en rigor, el deporte todo. La semana pasada, JR Moehringer, periodista y escritor notable, escribió en The New York Times que las apuestas afectan desde sus orígenes a su amado béisbol, “el pasatiempo nacional” de los estadounidenses. Pero que el juego online, la falta de regulaciones, los patrocinios y los dineros inflados han complicado todo. Y que, a esta altura, sería mejor autorizar a los deportistas a que apuesten y obligarlos a que esa apuesta conste en actas. Su artículo se titula “La tragedia que ha azotado al béisbol”. Y no solo al béisbol.