Atacados por submarinos alemanes: dos buques argentinos hundidos y otro desaparecido dejaron al país al borde de la Primera Guerra Mundial
El 4 de abril de 1917, en medio del Atlántico Norte, un submarino alemán emergió cerca de las islas Sorlingas y detuvo a la goleta Monte Protegido. Inspeccionó su carga (en su mayoría fibras v...
El 4 de abril de 1917, en medio del Atlántico Norte, un submarino alemán emergió cerca de las islas Sorlingas y detuvo a la goleta Monte Protegido. Inspeccionó su carga (en su mayoría fibras vegetales destinadas a confeccionar uniformes en la Europa en guerra) y ordenó a su pequeña tripulación abandonar el barco. Luego, lo torpedeó. El Monte Protegido no era un buque de guerra, era un buque civil registrado en Buenos Aires, de bandera argentina.
El ataque no fue un hecho aislado. Otros barcos argentinos, como el Toro o el enigmático Curamalán (que desapareció sin dejar ningún rastro) corrieron destinos similares en esas mismas fechas. En conjunto, estos hundimientos activaron una cadena de crisis diplomáticas, protestas callejeras y roces internos que empujaron al gobierno de Hipólito Yrigoyen a un dilema histórico: ¿debía Argentina romper su neutralidad y sumarse a la Primera Guerra Mundial?
Mientras los embajadores aliados presionaban en Buenos Aires, los telegramas del embajador del Imperio Alemán en Argentina (filtrados por agencias de inteligencia) echaron más leña a un fuego que escalaba rápido y descontroladamente. La opinión pública, agitada por una prensa decididamente pro-aliada, exigía una reacción. La colectividad alemana, en cambio, enfrentaba escraches, amenazas y aislamiento. En paralelo, la diplomacia argentina se sostenía en equilibrios cada vez más frágiles: exigir reparaciones sin declarar la guerra y proteger el comercio sin ceder la soberanía.
En ese escenario, Argentina jugó una partida peligrosa. Yrigoyen resistió las presiones, tomó decisiones y evitó lo que parecía inevitable: entrar a la Gran Guerra.
Más de un siglo después, esta historia sigue arrojando secretos. ¿Fue realmente accidental el hundimiento del Monte Protegido? ¿Por qué se hundieron varios buques argentinos el mismo día? ¿Y qué hay detrás de los ataques biológicos al ganado y los sabotajes en los puertos que buscaban frenar las exportaciones hacia Europa?
Para reconstruir ese entramado, Víctor Deutsch, ingeniero informático apasionado por la historia, dio forma a una novela fascinante: La legión secreta del sur. En una entrevista con LA NACION, reconstruye esta singular trama.
-Víctor, ¿qué antecedentes inmediatos rodeaban al hundimiento de la goleta Monte Protegido en 1917, y por qué ese hecho cobró tanta importancia en Argentina?
-Muchos de los alimentos que eran provistos a los aliados salían de Argentina. Cereales, carnes, una cantidad de materias primas que se enviaban al frente. Sin embargo, Argentina seguía siendo un país neutral. Por un lado, abastecía a uno de los bandos, no tanto por voluntad, sino porque Alemania no tenía forma de romper el bloqueo para comprar los productos que salían de Buenos Aires. En ese momento, una de las principales medidas o iniciativas que tiene Yrigoyen al llegar al poder (en una situación económica muy mala, con caída del PBI, comercio restringido, muchísimo desempleo y provincias con situaciones graves) fue encargarle a Honorio Pueyrredón, el canciller, que tratara de renegociar los contratos. La idea era obtener más dinero por la posición estratégica que tenía Argentina, por los productos que exportaba. Entonces, los dos bandos intentan incidir sobre el gobierno argentino. Los aliados buscaban que Argentina declarara la guerra al Imperio Alemán. Yrigoyen se da cuenta de que eso no le conviene. Lo que le conviene es ser neutral y cobrarle lo máximo posible a los dos bandos. Ese era el juego. Y justo en ese contexto, con esas presiones, se hunde el Monte Protegido.
-¿Puede describir cómo ocurrió el hundimiento? La ubicación, la fecha, la forma del ataque. ¿Hubo alguna advertencia o fue algo sorpresivo?
-El Monte Protegido navegaba cerca de las islas Sorlingas —o Isles of Scilly—, un archipiélago que está unos 60 kilómetros al oeste de Gran Bretaña. Se encontró con un submarino alemán en superficie, el UC-30, que le hizo señal para que se detuviera y someterlo a inspección. Abordan el Monte Protegido, revisan los papeles y el comandante del submarino le comunica al capitán del buque que lo va a hundir. Hacen que la tripulación (que era pequeña, ocho tripulantes) suba a un chinchorro. Luego el submarino dispara y lo hunde. Eso ocurrió el 4 de abril de 1917.
-¿Qué pasa con la tripulación inmediatamente después?
-Los tripulantes le piden al submarino si puede llevarlos a algún sitio seguro. El submarino se niega. Entonces tienen que remar toda la noche hasta que los encuentra un patrullero británico cerca de las islas. Eso fue ya de madrugada, el 5 de abril.
-¿Qué tipo de tripulación tenía el barco?
-No había argentinos. Eran daneses, un sueco y un brasileño. Pero el buque pertenecía a un armador argentino civil, Pablo Arena. Y estaba registrado en Buenos Aires. Muy común eso en el comercio naval: el barco había sido construido en Inglaterra, registrado en Dinamarca, y luego comprado por una compañía argentina.
-¿Cuál era la ruta que estaba haciendo la goleta?
-Teóricamente, salía de Buenos Aires, hacía escala en Pernambuco (Brasil) y de ahí a Róterdam, en Países Bajos. Llevaba lino argentino, fibras vegetales para confeccionar uniformes y bolsas. El tema es que esa travesía normalmente tarda entre 25 y 30 días. Pero desde la salida en Pernambuco hasta el hundimiento pasaron 50 días. Ahí hay algo que no cierra.
-¿Por qué?
-Mi teoría, y sobre eso escribí un artículo y una novela, es que el barco estuvo dando vueltas por la zona, esperando encontrarse con un submarino alemán. Es decir, podría haber sido una operación de falsa bandera: enviar un buque neutral a una zona de bloqueo con la intención de que fuera hundido y así generar un incidente internacional que llevara a Argentina a romper la neutralidad.
-¿Cree que esa posibilidad es real?
-Es una hipótesis plausible. En esa época existían los buques señuelo, como los buques Q, que estaban armados y simulaban ser mercantes. En este caso, no era armado, pero podría haber sido un señuelo diplomático: buscar ser hundido sin representar un riesgo real para la tripulación, porque regía el derecho de inspección. El submarino debía detener e inspeccionar antes de hundir.
-¿Cuál fue la reacción del gobierno de Yrigoyen?
-Tardó unos días en enterarse. Desde el hundimiento hasta que llegó el primer telegrama a Buenos Aires pasaron unos 7 días. Los tripulantes llegan primero a las islas, luego a Gran Bretaña, viajan a Londres, y ahí el cónsul argentino (que estaba ausente por Semana Santa) se entera y envía el reporte. Yrigoyen le ordena al canciller Honorio Pueyrredón investigar el hecho. Se interroga al capitán a través del cónsul, se consulta a la embajada argentina en Berlín y también al embajador alemán en Buenos Aires, Karl von Luxburg. Con esos tres elementos se elabora la protesta diplomática.
-¿Y cuál fue el tono de esa respuesta argentina?
-Fue una protesta firme, pero no significó ruptura. Argentina exigió indemnización por la carga y un desagravio simbólico al pabellón nacional, por haber sido humillado. De hecho, fue el único país neutral que obtuvo de Alemania una reparación oficial en esos términos. Eso muestra la voluntad del Imperio Alemán de mantener a Argentina neutral a toda costa. Sin embargo, hay una cuestión más anecdótica que quizás influyó: el subsecretario de Relaciones Exteriores alemán en Berlín era el barón von dem Busche, casado con una argentina, Eleonora Martínez de Hoz. Ella seguía vinculada a la embajada argentina como ciudadana argentina, con lo cual seguramente había contactos informales. Y su hermana, Carola Martínez de Hoz, era la pareja del embajador alemán en Buenos Aires, Karl von Luxburg.
-Un enredo...
-Exacto. Las dos hermanas en extremos opuestos, metidas en el centro del conflicto. Novelescas las conexiones. Difícil saber si influyeron, pero es muy curioso.
-Ahora, más allá del Monte Protegido, se sabe que hubo otro buque argentino hundido: El Toro.
-Sí, con el Toro sucede lo siguiente: cerca del Estrecho de Gibraltar se encuentra con un submarino alemán que lo hunde. Es el segundo caso grave. Los aliados presionan fuertemente para que Yrigoyen declare la guerra, pero él mantiene su postura neutral. Esta vez, sin embargo, Argentina exige más: no solo una reparación, sino también un compromiso explícito de que los buques argentinos no serán atacados en el futuro. La nota diplomática es más dura.
-¿Hubo muertos?
-No. El submarino inspeccionó la carga, bajó a la tripulación a un bote y luego hundió el barco. Remaron hasta la costa africana. Fue un escándalo diplomático mayor. La prensa argentina exigió medidas duras, pero el gobierno mantuvo su neutralidad, aunque dejó claro que no toleraría nuevos hundimientos. Es ahí cuando Luxburg envía un telegrama (que luego sería filtrado y causaría un escándalo) a su gobierno, que decía en resumen: “si van a hundir un barco argentino, que no quede rastro”.
Vacas envenenadas y sabotajes en el puerto de Buenos Aires-¿Cómo continuó esta situación?
-Aunque Argentina no declaró la guerra, en 1918 aparece un nuevo elemento: la cosecha. Los aliados necesitaban abastecer a su ejército en la ofensiva final. Argentina produce una cosecha espectacular y la vende a muy buen precio a los aliados. Eso les permite abastecerse. Aunque no había declaración de guerra, el compromiso argentino era total con la causa aliada. Entonces Alemania cambia su táctica: deja de hundir barcos, pero intenta sabotear la logística argentina. Hubo ataques documentados: contaminación del ganado, sabotajes en los puertos, ataque con hongos a cultivos de trigo. Se infectaron animales, como mulas, con ántrax en el puerto... Incluso un barco perdió casi todas las mulas por contagio.
-En lo interno: ¿hubo divisiones en el gobierno de Yrigoyen respecto a cómo responder a estos incidentes (los hundimientos del Monte Protegido y Toro)?
-Dentro del gabinete, no. La línea la marcaba Yrigoyen y se apoyaba en Honorio Pueyrredón, que estaba alineado con su política exterior. Y hay otro dato que muchos olvidan: el hombre más influyente en el Ejército en ese momento era José Félix Uriburu, el mismo que luego derrocaría a Yrigoyen. Pero en ese momento, tenían una relación excelente. Los embajadores norteamericanos comentaban que Uriburu entraba todos los días a la Casa Rosada. Había un lobby pro-alemán fuerte en el Ejército, en parte del radicalismo y en algunos sectores del gobierno. Pueyrredón tenía una visión práctica, pero se alineó con la posición del presidente. Por otro lado, Estados Unidos tuvo una actitud tolerante. El gobierno de Wilson entendió la neutralidad argentina y ayudó a Yrigoyen a sostenerla, frente a las presiones de otros países. La relación entre Wilson e Yrigoyen era buena, y eso fue clave para mantener la posición neutral.
-¿Y la opinión pública?
-Era distinta. La mayoría de los medios de prensa eran pro-aliados. Los grandes diarios presionaban al gobierno para que declarase la guerra. Además, hubo manifestaciones organizadas por sectores de distintos partidos políticos. Por ejemplo, los socialistas, que podrían haber sido más neutralistas, eran pro-aliados. Los partidos socialistas de todo el mundo estaban con los aliados.
-¿Hubo movilizaciones públicas tras los hundimientos?
-Sí, grandes manifestaciones. Hubo agresiones a la embajada alemana, rodeos, disturbios. También al Club Alemán. Varias instituciones alemanas sufrieron ataques. También hubo manifestaciones neutralistas, aunque de menor impacto y cantidad.
-Hablaba de los telegramas de Luxburg. En un momento se publican y causan revuelo. ¿Cómo, quién los filtra y por qué?
-Hay que entender el contexto. Los servicios de inteligencia aliados habían roto el código alemán desde 1916. Los cables alemanes habían sido cortados, así que usaban redes neutrales, como la sueca... ¡cuyo cable pasaba por Inglaterra! Entonces, como los cables estaban interceptados, todo lo que mandaba Luxburg lo leían también en Londres. Cuando los aliados decidieron que era el momento, filtraron los telegramas al Departamento de Estado de EE.UU., que los hizo públicos.
-¿Y cuál fue la reacción de Argentina?
- Yrigoyen no rompe relaciones ni declara la guerra. Pero expulsa a Luxburg. Lo responsabiliza personalmente. Dice: “esto no lo dice el gobierno alemán, lo dice este tipo”. Lo echan del país. Luego Luxburg protagoniza un hecho de novela: se esconde en estancias, la policía lo persigue a caballo hasta que lo capturan, lo retienen en Martín García y lo embarcan a Europa.
-Increíble. ¿El telegrama más famoso fue el que decía “si los hunden, que no queden rastros”?
-Sí. Fue el más impactante. Pero había otros igual de escandalosos. Luxburg no tenía filtros. Llamaba a Pueyrredón “un burro”, a Yrigoyen “un rufián”. Era un noble, conde, amigo del Kaiser, pero muy poco diplomático. Berlín lo desligó. “Esto lo dijo él”, dijeron. Nunca más volvió a la diplomacia.
-En su opinión, ¿por qué no se rompieron relaciones tras todo eso?
-Hay varias razones. La que decía Yrigoyen a sus allegados era principista: si declaramos la guerra, lo hacemos en serio. No para negociar. Si declaramos la guerra, hay que mandar tropas, asumir muertos. No era algo para tomar a la ligera. Además, desde el punto de vista económico, la neutralidad le convenía a Argentina. Permitía negociar con todos. Obtener mejores precios de los aliados sin compromiso militar. También consiguió de Alemania garantías: no hundir más barcos, cierta contención. Si se hubiera declarado la guerra, habrían tenido que internar alemanes residentes, como hicieron los estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial. Evitar ese escenario también pesó. Con la cantidad de inmigrantes que había en Argentina, declarar la guerra hubiera implicado un problema económico y social importante. Por eso, en el balance general, creo que fue una decisión inteligente mantenerse neutral hasta el final.
-¿Hubo actos concretos de presión por parte de los aliados para declararle la guerra al Imperio alemán? ¿Estados Unidos, Reino Unido, Francia?
-Sí, hubo muchas comunicaciones diplomáticas intentando convencer al gobierno de que Alemania tenía intenciones agresivas. Una anécdota ilustra esto: cuando envenenan las mulas en el puerto de Buenos Aires, el embajador británico, Reginald Tower, va a ver a Yrigoyen con un frasco de esporas —el agente patógeno usado para sabotear las cargas con alimentos que irían a Europa—, pide un vaso de agua en la Casa Rosada, lo disuelve y le muestra: “Esto es lo que están inoculando a las mulas”. Yrigoyen le responde: “¿Y usted puede demostrar que la inoculación se hizo en el puerto y no a bordo del barco?”. El embajador admite que no. Yrigoyen le dice: “Entonces, vuelva otro día”. Fue una manera de resistir la presión. Incluso los telegramas de Luxburg fueron usados como presión indirecta para empujar a Argentina a declarar la guerra.
-Brasil declaró la guerra a Alemania en 1917. ¿Influyó en algo esa decisión?
-Al principio, existía el Grupo ABC —Argentina, Brasil, Chile— que actuaba coordinadamente en política internacional. Pero con la entrada de EE.UU. en la guerra, ese grupo se rompe. Argentina y Chile siguen siendo neutralistas, Brasil se alinea con los aliados. El 4 de abril de 1917, el mismo día en que se hunde el Monte Protegido, un submarino alemán hunde un carguero brasileño cerca del Canal de la Mancha: el Paraná. La reacción brasileña fue inmediata y contundente: hubo manifestaciones, ataques a empresas alemanas, y el gobierno declaró la guerra.
-Yrigoyen intentó crear un bloque de naciones americanas neutrales.
-Sí, pero fracasó porque Estados Unidos no lo permitió. La idea era reunir a países neutrales para negociar principios como la libertad de navegación: que los barcos neutrales pudieran comerciar sin restricciones con beligerantes. Pero eso chocaba con la estrategia aliada de bloquear a Alemania. Alemania, de hecho, se quedó sin materias primas, lo que fue decisivo en su derrota. La propuesta de Yrigoyen anulaba esa ventaja, así que fue bloqueada.
-¿Qué reflexión hace de estos incidentes a más de 100 años de que ocurrieran? Específicamente, del accionar del gobierno argentino.
-Yrigoyen, pese a no tener experiencia internacional, estuvo a la altura. Se apoyó en figuras clave como Pueyrredón, Alvear en París, y Rómulo Naón en EE.UU. Defendió la soberanía con dignidad. En ese contexto, hizo lo mejor que pudo. Y lo logró.
-Hay un caso extraño, de un barco argentino desaparecido en esa época.
-Sí, el Curamalán. En su caso podríamos usar la frase de Luxburg: “Lo hundieron sin dejar rastro”. Se trata de un buque argentino que desapareció sin dejar supervivientes. Nadie sabe qué pasó con él. Estuve en los archivos del banco Lloyd’s en Londres, que tiene un registro de las embarcaciones aseguradas en Inglaterra hasta 1830. Allí figura que, curiosamente, el día que se da por perdido el Curamalán fue el mismo día que se hundió el Monte Protegido. Es un dato concreto, no de ningún libro, sino del registro histórico.