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“Chega de saudade”, la canción que produjo un big bang: presentó en sociedad a João Gilberto y dio a conocer al mundo entero la bossa nova

Durante mucho tiempo nadie quería grabar a João Gilberto. A finales de los años 50 del siglo pasado se empezó a hablar mucho de este músico nacido en Juazeiro, una ciudad del estado de Bahía,...

Durante mucho tiempo nadie quería grabar a João Gilberto. A finales de los años 50 del siglo pasado se empezó a hablar mucho de este músico nacido en Juazeiro, una ciudad del estado de Bahía, en el norte de Brasil, con una impronta cultural muy marcada por el forró, el samba de roda y las fiestas ligadas al ciclo del río San Francisco y la cosechas de todos los productos agrícolas que propicia. Pero nadie sabía muy bien cómo definirlo, cómo clasificarlo. Era una rareza que no encajaba bien en ninguna categoría.

Consciente de que para consolidar una carrera musical seria tenía que instalarse en Río de Janeiro, João Gilberto Prado Pereira de Oliveira (1931-2019) viajó entonces a la que todavía era la capital del país (en 1960, Brasilia asumiría esa condición) y desde siempre su mayor polo cultural. Río era en aquel momento un auténtico “hervidero”. Y João Gilberto buscó denodadamente cómo hacerse un lugar allí, sobreviviendo con poco dinero y sin residencia fija, siempre dependiendo de la generosidad de amigos y allegados ocasionales. Algunos sospechaban que tenía talento, pero nadie podía imaginar en ese entonces que se iba a convertir en una de las figuras más relevantes de la música popular de Brasil.

Finalmente, después de golpear muchas puertas, el músico bahiano logró que el sello Odeon publicara un simple con “Chega de saudade” y “Bim Bom”. Los dos temas se grabaron en Río. Cuando el representante de la discográfica en San Pablo recibió una copia, la escuchó y acto seguido la estrelló contra el piso. “¿Esta basura es lo que nos manda Río de Janeiro?”, vociferó indignado sin ni siquiera sospechar que el futuro lo dejaría en ridículo. Una historia similar a muchas otras que marcaron a la música popular, claro: Elvis, los Beatles, Billy Joel y Madonna, entre otros, sufrieron alguna vez el sinsabor de un juicio apresurado.

Lo cierto es que João Gilberto tocaba la guitarra de una manera completamente nueva, cantaba sin vibrato (es decir, manteniendo la voz estable, recta, sin esa oscilación natural de tono que muchas veces aparece al sostener una nota) y fraseaba con delicadeza. Tres características definitorias de un estilo único que desorientaba a los menos intuitivos, como aquel directivo de Odeon que rompió el disco.

Vale la pena detenerse un instante en su famosa “batida”, porque ese modo tan singular de tocar la guitarra es un componente crucial de la esencia de la bossa nova, el género Made in Brasil que pronto se haría famoso en todo el mundo.

Con el pulgar de la mano derecha, João Gilberto tocaba las notas graves (las cuerdas más gruesas) con un ritmo constante y regular, marcando la base como lo haría un contrabajo. Y alternando la secuencia grave/silencio/grave/ silencio, pero con síncopa (no siempre en los tiempos fuertes). Con los otros dedos de esa mano (índice, medio, anular) tocaba las cuerdas agudas, rasgueando los acordes, que entraban sincopados. Una anticipación (o retraso) del acorde que daba la sensación de fluidez y creaba el swing típico de la bossa. Una proeza técnica, en suma, que revelaba su gran capacidad técnica y sobre todo su inventiva.

Un encuentro decisivo

Fue Roberto Menescal, otro músico que hoy es también considerado un pionero de la bossa nova, quien produjo un encuentro que terminaría siendo decisivo entre João Gilberto y Chico Pereira, el fotógrafo que en ese momento se hacía cargo de la mayor parte de los discos importantes de esa época en Brasil.

Pereira contó años más tarde que se quedó con la boca abierta cuando escuchó cantar a João Gilberto en su departamento de Copacabana. “Tuve la misma sensación que cuando conocí el fondo del mar buceando”, explicó. De inmediato supo que ese mago que lo había sorprendido en tenía que grabar un disco y pensó en Antonio Carlos Jobim, uno de los artistas más reputados de Odeon, para canalizar esa idea.

Jobim ya conocía a João Gilberto. Se habían cruzado casualmente en el Café Mocca, siempre repleto de músicos, y habían conversado brevemente después de que el maestro observara con mucha atención a ese bicho raro que un rato después de tocar un par de canciones en ese pequeño recinto atestado de gente y lleno de humo de cigarros le dijo que su particular estilo provenía de “los requiebros de las lavanderas de Juazeiro”.

En ese breve encuentro fortuito Jobim descubrió un mundo nuevo: “Escuchar a João Gilberto era comprobar que una melodía muy hermosa con una armonización bonita se potencian increíblemente cuando el ritmo se transforma en un factor vital”, sintetizó.

Cuando Menescal contactó a Jobim, el excelso compositor carioca pensó que sería buena idea que João Gilberto participara de la grabación de un disco de la cantante Elizeth Cardoso, Cançao do amor demais (1958), que se transformaría en un clásico de la música brasileña. João Gilberto tocó en dos temas del álbum, “Outra vez” y “Chega de saudade”, el track de apertura y un emblema seminal de la bossa nova.

La explosión de “Chega de saudade”

La enorme fama internacional que conseguiría “Chega de saudade” con el paso del tiempo fue directamente proporcional al esfuerzo que requirió dejarla terminada para la grabación: “Tom trabajó mucho en la música. Tenía un tejido melancólico y quejumbroso, era como un chorinho (la primera música urbana de Brasil, nacida a finales del Siglo XIX) muy lento y muy pegadizo -dijo Vinicius de Moraes, otro prócer de la música brasileña, autor de la letra-. La melodía me atrapó muy pronto, la tarareaba siempre en mi casa en esa época. Pero sobre todo me impactó que la canción fuera tan original, algo completamente nuevo, como un samba sinuoso en el que cada compás era una queja de amor y cada nota una nostalgia por alguien que estaba lejos”.

A Vinicius, a pesar de su indiscutido oficio, le costó armar una letra que encajara en ese intríngulis musical inventado por João Gilberto con su “batida”. Jobim señaló después que la profunda innovación que traía consigo el músico bahiano no se ceñía sólo a la forma de tocar la guitarra: “El gran aporte rítmico de la bossa nova se dio cuando João Gilberto también grabó su voz. Había un juego rítmico entre la guitarra, su manera de cantar y la percusión que estaba muy lejos de ser un cliché”.

De Elizeth Cardoso a Frank Sinatra, de Río de Janeiro al Carnegie Hall de Nueva York, “Chega de Saudade” recorrió un camino que ninguna otra canción brasileña había logrado hasta entonces y se afirmó como la piedra basal de la bossa nova. Fue de algún modo su partida de nacimiento.

La “batida” de João Gilberto patentó el célebre swing de la bossa nova, una música claramente influenciada por las armonías del jazz, género con el que pronto se dio una fructífera alianza.

Las discográficas norteamericanos habían empezado a percibir que el cool y el hard bop, las dos principales corrientes de jazz en aquella época, estaban llegando a un punto de saturación y que ya era necesario generar un nuevo tipo de demanda. De ese modo apareció el maridaje de la bossa con el jazz, consagrado en un disco muy famoso, Getz/Gilberto (1964), que reunió al bahiano con el gran saxofonista de Filadelfia Stan Getz.

“Chega de saudade” no fue incluida en ese álbum pero sí en Getz/Gilberto ’76, un disco grabado en vivo en el Keystone Korner de San Francisco doce años después. En esa versión se puede apreciar la riqueza de este clásico: desde el punto de vista armónico, los acordes extendidos (séptimas, novenas, oncenas) que aportan mucho color, una base del samba que se mantiene firme, pero con una cadencia más relajada, una melodía apoyada en fraseos largos y melancólicos que encajan en la síncopa del acompañamiento y una letra sencilla, cotidiana y sin dramatismos impostados a pesar de la pena que revela. Una canción íntima y sofisticada capaz de sonar fresca tanto en un departamento de Río de Janeiro como en los clubes de jazz de Nueva York.

“João Gilberto fue mi maestro total -aseguró Caetano Veloso en una entrevista concedida al diario español El País hace unos años-. En su estilo encontré las principales herramientas de apreciación estética, no solamente musical”. Y dio en el clavo, porque “Chega de saudade” se terminó perfilando como algo más que una canción.

“Marcó el nacimiento de la bossa nova, que también es más que un género”, remarcó por su parte Tom Jobim, palabra más que autorizada. “Muchos teclados electrónicos de Estados Unidos y Japón vienen programados con diferentes bases rítmicas automáticas, y uno de los patrones más habituales es el de la bossa nova. En Brasil se suele decir que alguien ‘tiene bossa’ para la música o para el baile. La bossa es un don, un talento, lo que en inglés se llama flair. La palabra bossa es intraducible, pero en inglés podría usarse new flair para definirla. Es todo un mundo”. Ese mundo del que habla Jobim es rico, colorido, sugestivo, atrapante. Y tuvo su propio big bang, encarnado en “Chega de saudade”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/musica/chega-de-saudade-la-cancion-que-produjo-un-big-bang-presento-en-sociedad-a-joao-gilberto-y-dio-a-nid08092025/

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