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Clara Ulrich, la comediante que dejó todo por amor y ahora volvió para llenar un Ópera

Podría decirse que Clara Ulrich dejó todo por amor. En 2016, la actriz y comediante estaba en pleno éxito de su carrera cuando una propuesta laboral de su marido la llevó a radicarse en Miami; ...

Podría decirse que Clara Ulrich dejó todo por amor. En 2016, la actriz y comediante estaba en pleno éxito de su carrera cuando una propuesta laboral de su marido la llevó a radicarse en Miami; poniendo en pausa todo lo que había construido hasta el momento. “Yo estaba en la Rock & Pop con Facundo Pastor y también hacía un programa en Radio Uno con Nacho Goano. Me estaba yendo bien, tenía un proyecto para hacer teatro y no me quería ir”, le confiesa a LA NACIÓN esta humorista que desde los 15 años soñaba con ser actriz.

A pesar de que el primer año fue “muy difícil”, Ulrich supo empezar de nuevo y hacerse su propio lugar en una ciudad llena de latinoamericanos. “Tuve que hacer ese camino, emigrar a los Estados Unidos para hoy decir que vivo 100% del teatro y eso me da mucho orgullo y alegría”, revela quien acaba de desembarcar en el país para presentarse este domingo en el teatro Ópera con su show de stand up Soltando cuentos.

Clara Ulrich con Pía Shaw

“El Ópera para mí es un montón. Venir a mi ciudad, no viviendo acá, y que se esté llenando, ver la cantidad de gente que está sacando entradas y que quiere venir a escuchar un cuento que yo tengo para contarles es increíble”, expresa emocionada luego de pasar con su gira sudamericana por Córdoba.

-La rompés en redes sociales, venís de una gira por los Estados Unidos y Europa y ahora vas a estar en el teatro Ópera. ¿Cómo vivís esta vuelta?

-Estoy muy contenta. ¡Llegué a la calle Corrientes! . La verdad que la vuelta que yo fui dando en mi carrera desde que empecé a estudiar teatro, desde la emigración a los Estados Unidos, jamás imaginé que tenía que dar toda esa vuelta para presentarme en un teatro así. Para mí es un teatro emblemático el Ópera. Además de haber ido a ver a muchísima gente ahí, me da mucha alegría saber que este domingo voy a estar presentando Soltando cuentos, este show que vengo haciendo por los Estados Unidos y Europa.

-¿Qué sentís?

-Siento que en la función del domingo voy a estar yo y mi versión de los 15 años; esa que dijo: “Quiero ser actriz” y mi papá me preguntó: “En serio, ¿qué vas a estudiar?”. Ya tengo 45, así que llevamos 30 años empujando este deseo en la carrera artística, que no es sencilla. Con los años, creo que hay que tener más confianza en la vida. El camino no es recto. El camino del deseo (como digo yo) a veces tiene sus bifurcaciones, va por caminos de tierra, de repente te clavás en una rotonda y decís: “¿Cuándo voy a salir de acá? ¿Cuándo voy a avanzar?”. Y yo tuve que hacer ese camino, emigrar a los Estados Unidos para hoy decir que vivo 100% del teatro y me da mucho orgullo y alegría.

-Contanos sobre el espectáculo... ¿Qué vamos a ver?

-Soltando cuentos es mi primer show de comedia reflexiva porque yo quería hacer un show que hiciera reír, pero que también nos haga pensar en algunas cosas. Bailamos y nos reímos, pero también hay momentos para volver a lugares del corazón que por ahí hace un montón que no visitás. Siento que con esta cosa de las redes y la velocidad a la que vamos no hay muchos momentos para frenar. El show es como un viaje musical que va por diferentes emociones: el cuento de la infancia, el de la adolescencia, el de la carrera, el de los amores que fueron y los que no, el de las jefas de tribu que son las manos femeninas que nos reciben cuando llegamos acá (hablo de mis abuelas). A través de las canciones, voy hilvanando esas historias.

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-En esto de contar historias, hace diez años estabas en la radio y con proyectos increíbles hasta que llega una propuesta laboral para tu marido y tuviste que dejar todo para irte afuera. ¿Cómo fue ese proceso?

-¡Fue horrible, un horror! . Yo estaba en la Rock & Pop a la mañana con Facundo Pastor y también hacía un programa en Radio Uno que conducía con Nacho Goano. Me estaba yendo bien, tenía un proyecto para hacer teatro y no me quería ir a Miami. La gente cree que vivís en Miami y sos feliz, que uno vive de la playa al Mall y no es así. Yo vivo a 50 minutos de la playa. A mí la playa no me gusta, no me gusta el calor y vivo en una ciudad que es un sauna. Miami tiene dos estaciones: el verano todo el año y después el infierno de junio a agosto más o menos. Entonces no quería irme. Yo estaba trabajando de lo que me gusta y no quería empezar de cero. Ya había sido inmigrante en Madrid y ser inmigrante es muy difícil. Yo que vivo hace nueve años fuera de este país, te digo que este país es maravilloso, no lo cambio por nada. Mi hijo Vicente, que ya tiene 12, nació acá y me dice: “¡Mamá, Argentina es mucho mejor que Miami!”.

-¿Fueron duros los primeros meses?

-El primer año fue muy difícil. Mi marido alquiló una casa en un barrio cerrado y a mí me apuna el verde, o sea, decía: “¿qué voy a hacer acá?”. Me habían dicho que todas las producciones internacionales latinoamericanas se hacían allá y cuando llegué, todo se fue a México y a Los Ángeles porque Miami estaba muy caro . De trabajar todo el día pase a no tener trabajo. Solo tenía que llevar al chiquito al jardín de infantes y después ir al supermercado. Yo odio la vida doméstica. Yo no cocino, no me gusta lavar ni planchar. Hasta que tuve la oportunidad de ir a un curso de crianza respetuosa (en otro momento de la vida no lo hubiese hecho) con todas mamás venezolanas. Para la gente que no sabe lo que es la crianza respetuosa es muy sencillo: vos respetás a tus hijos, tus hijos no te respetan. Cuestión es que llegué a ese curso y me la pasaba llorando. Ellas se reían y yo no entendía por qué. Y un día, una de las chicas me dijo: “Pero chama, tu tienes que escribir esto que te pasa” y así nació mi primer show que se llamó S.O.S. mamá inmigrante y ahí arranqué.

-¿Dónde fue la primera función?

-En un teatro cerca de mi casa. Fue un evento para mamás. Empecé y me empezaron a llamar y a llamar.

-O sea, ese curso te salvó la vida de alguna manera...

-Total. Yo siempre hablo de las maracuchas (porque son de Maracaibo) y de la onda que tengo con los venezolanos. Siempre digo que somos como primos, ellos son los primos rumberos y nosotros los melancólicos, más tangueros. O sea, la inyección de sangre caribeña a mí me vino en el momento que necesitaba porque la estaba pasando muy mal y en el Caribe tienen como una tendencia a verle el lado brillante a la vida.

-Aparte lograste llegar a públicos de otros lugares, no solo al argentino...

-Sí, yo creo que el humor es arquetípico. Todos los hispanoparlantes, incluyendo obviamente los españoles, nos reímos medio de lo mismo. Acá somos mucho más irónicos, más sarcásticos. Yo le tuve que bajar un poquito el humor negro. Empecé a producir mis propios espectáculos, empecé a armar una movida teatral de llevar el show a diferentes lugares. Fuimos a Houston, a Orlando, a Nueva York; fui buscando el público latino en cada una de esas ciudades. Lo bueno de empezar de cero, es que no le tenés miedo a nada. O sea, es empezar y remar y remar y darle para adelante. He hecho un gran camino en estos siete años. Yo venía de estudiar desde los 15, de formarme y estudiar; algo que ya no se hace más. Yo respeto mucho subirme a un escenario. Respeto mucho al público que viene a ver mi show y trabajo mucho para eso.

-Después vino el show de homenaje a las amigas que estaban lejos...

-Yo extrañaba mucho la espontánea. Yo acá tengo amigas que te llaman a las 4 de la tarde y te dicen: “¿estás para una birra?”. Todas tenemos que tener esa amiga a la que yo llamo “perrita de departamento”, no importa a dónde la saques, ella quiere salir . Y yo en Miami no las tenía. Hoy empecé a entrenar un par de amigas en esto de que no hay que agendar. Hay que estar para las amigas siempre, no importa cuán ocupada estés con los chicos, tu marido, la vida, el trabajo... Si una amiga te dice: “necesito que nos tomemos un café”, hay que dejar todo y hay que ir a tomar ese café. Por eso escribí Café con amigas porque yo creo que la vida se camina con amigas. Yo no sería ni la mitad de lo que soy si no fuese por mis amigas.

-¿Y qué rol ocupó tu marido cuando empezó a ver tu éxito?

-La gente cree que mi marido es una víctima. Hice un show sobre el matrimonio Quiero ser mi marido. Yo siempre digo que igual mi marido no me escucha por eso no se entera ni la mitad de las cosas. Los hombres no te escuchan. El hombre tolera una cierta cantidad de palabras, las mujeres lo excedemos ampliamente. Él ha sido un gran compañero aunque siempre pone la misma cara de perro asustado cuando le digo: “Salió otra gira... ahora es en Madrid y Barcelona”. La carga mental femenina, no toda igual, se la transfiero para que se ocupe él un poco.

-¿Es fan de tu trabajo?

-No le gusta mucho aparecer en las redes. Al Ópera obviamente viene. Viene toda la familia porque armamos un encuentro con todos mis hermanos que viven en diferentes lugares para juntarnos y después irnos de viaje. Pero sí, él se divierte mucho. Dice que todo lo que yo digo es mentira y que algún día va a tener derecho a réplica. Pero bueno, el humor es parte de mi matrimonio. Hace poco hice un video -que me criticaron muchísimo- donde decía que la única manera en que a mí se me pasa el mal humor es contagiándoselo a mi marido y me tildaron de tóxica. El matrimonio es un arte complejo. Yo estoy hace casi 18 años y la verdad que todavía no sé quién inventó lo de la monogamia. Es muy complejo mantener el deseo después de cinco, seis años con la misma persona. El matrimonio es como un plazo fijo, no genera mucho interés con el paso del tiempo, pero te da estabilidad . Pero yo estoy muy contenta. Tengo un compañero que se banca una mujer libre. No muchos hombres se bancan una mujer que hace lo que le gusta.

-¿Cómo te llevás con las críticas?

-Se ha vuelto todo muy virulento, muy pasional. La otra vez subí un video diciendo que mi marido es como el lavavajillas. Lo comparé con un electrodoméstico y eso me trajo una cantidad de comentarios. Pero lo dije porque ¿vos querés vivir sin un lavavajillas? No. ¿Te resuelve cosas? Sí. Ahora, ¿hace algo solo? No, lo tenés que cargar, le tenés que poner el detergente. Y entonces empezaron: “Si nosotros hiciéramos lo mismo con las mujeres...” Todo se transformó en una batalla, en donde creen que todo el tiempo uno está maltratando al otro y era un chiste.

-¿Qué te pasa a vos con esas respuestas que aparecen del otro lado?

-Pienso que estamos en un momento muy complejo por la agresividad que uno recibe. O sea, yo puedo ver algo y me puede no gustar, pero insultar al otro, desearle cosas malas. Por ese video me desearon enfermedades. O sea ¿qué nos pasa? Es un chiste. Puede no gustarte mi trabajo, puedo no gustarte yo, pero de ahí a agredir al otro… Pero me enseñaron que no tengo que contestar. Al principio, sentís como que te hablan a vos pero no, esa persona te contestó, te dijo algo horrible y siguió su vida. Hay una facilidad de denostar al otro, de maltratarlo. Creo que el enorme desafío de este momento son las enfermedades mentales que trae toda esta locura que estamos viviendo. Las emociones pasan muy rápido, no hay mucho registro del otro. Pero bueno, al que le guste mi trabajo que se quede y al que no le guste, que siga.

-¿Cuánto ocupa en tu vida el trabajo en redes sociales? ¿Tenés un equipo de edición o lo hacés todo vos?

-Es un trabajo que a mí no me encanta, pero entendí que la única manera de que la gente se entere de que yo tengo un show y que voy a hacerlo en diferentes ciudades del mundo es en las redes. Igual también agradezco un poco su existencia porque antes tenía que esperar que alguien en un casting me eligiera. Para los actores también se democratizó. Hoy tengo un canal de comunicación para la gente que le gusta lo que hago y recomiendan mi trabajo. Así que trato de hacerlo con la mayor cantidad de alegría que puedo, pero trato de no volverme loca. No creo que me definan la cantidad de seguidores. Sé que es re importante, pero no me define como artista para nada.

-¿Qué dicen tus hijos?

-El de 12 a veces me pregunta: “¿Mamá, vos sos famosa?” Y yo siempre le digo: “No creo. Famosa es Jennifer Lopez. Tampoco sé qué significa ser famosa y no sé si eso es importante, pero lo que sí tenés que saber es que tu mamá hace lo que le gusta y que trabajó mucho para eso y que no fue en un ratito”. Porque si no después salen los chicos a la vida y las cosas no le salen así de rápido y se bajonean. A mí no me salió de un día para el otro. Lo tuve que re trabajar y a mí me da orgullo eso. Por ejemplo, el Ópera para mí es un montón. Venir a mi ciudad, no viviendo acá, y que se esté llenando, ver la cantidad de gente que está sacando entradas y que quiere venir a escuchar un cuento que yo tengo para contarles es increíble. Yo creo que lo importante no soy yo, lo importante es lo que vengo a contar.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/personajes/clara-ulrich-la-comediante-que-dejo-todo-por-amor-y-ahora-volvio-para-llenar-un-opera-nid12042025/

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