Espinoza, un “barón” ausente arriba de un polvorín
Fernando Espinoza, el “barón” que controla La Matanza desde hace 18 años, no habla ni responde. Ni siquiera va demasiado seguido a su lugar de trabajo, un municipio hundido en la pobreza y la...
Fernando Espinoza, el “barón” que controla La Matanza desde hace 18 años, no habla ni responde. Ni siquiera va demasiado seguido a su lugar de trabajo, un municipio hundido en la pobreza y la inseguridad, que “maneja” con un joystick, ¿desde Puerto Madero? Nadie lo sabe con certeza. Lo cierto es que desaparece por días enteros, aun ante crímenes de alto voltaje mediático, como el del colectivero Daniel Barrientos. El vicejefe de Gabinete matancero, Daniel Barrera, lo sabe bien: le escribe mensajes urgentes por WhatsApp a su jefe y Espinoza puede tardar tres días en responder. O directamente no le responde.
Un desolador vacío de poder en un municipio de casi 2 millones de habitantes donde, según cifras oficiales, hubo más de un homicidio por día, en lo que va del año. Y eso, lo que se contabiliza. En villas como San Petersburgo o Puerta de Hierro, donde chicos de 10 años manejan armas para resguardar a los narcos del barrio –barrios donde se entra con contraseña para comprar droga en los búnkeres–, nadie sabe a ciencia cierta quién vive y quién muere.
Tan intocable se siente el “barón” de La Matanza que ni siquiera manda a algún otro a responder por él. Mudo. El silencio es impunidad. Sucedió con las denuncias por abuso sexual en su contra, con el crimen del kiosquero Roberto Sabo, con la muerte de una psicóloga social, arrastrada por un motochorro en el centro de Ramos Mejía y ahora con el asesinato del colectivero Barrientos, que derivó en el brutal ataque de los choferes a Berni. De hecho, tres de los cinco asesinatos de choferes, en los últimos seis años, ocurrieron en Virrey del Pino, la zona donde ejecutaron a Barrientos, un páramo donde los vecinos carecen de servicios tan elementales como policías, ambulancias o asfalto.
Igual que en Rosario, el Estado está ausente. Como dice Alejandro Finocchiaro, aspirante opositor a la intendencia matancera: “Cuando el Estado no está, el delincuente pierde el pudor de esconderse”. El exministro de Educación milita con Patricia Bullrich, a la que tanto Berni como Kicillof intentaron asociar con un delirante complot que ató el crimen de Barrientos con la Policía de la Ciudad de Larreta y la banda de los copitos. Ni la imaginación de Stephen King habría podido urdir semejante trama, que comenzó –en las cabezas de Berni y Kicillof– con un tuit del 17 de marzo, en el que la presidenta de Pro hablaba sobre la inseguridad de los colectiveros en el conurbano. Más locura no se consigue.
Meses atrás, los candidatos opositores llevaron un médico para que revisara a 50 chicos en una de las zonas más pobres del reino espinoziano. De esos 50, 46 padecían patologías serias no tratadas. El médico le preguntó a una de las madres: “Mami, ¿cuándo fue la última vez que lo llevaste al médico”. La mamá, desconcertada, respondió con dolorosa sinceridad: “Cuando nació”. Otra mujer, en las intermedias de 2021, le preguntó a un candidato de Juntos si ella podía votar por otra boleta que no fuera la de Espinoza. El caudillo “mudo” también es extorsivo. Entre las primarias y las elecciones generales de ese año se ensañó con los beneficiarios de planes sociales que se abstuvieron de ir a votar: mandó a su gente para que indagara, casa por casa, el motivo del faltazo.
Si, tal como propone Carlos Pagni en la tesis de su flamante libro, el conurbano es el “nudo” que modela la política argentina, La Matanza es el nudo del nudo. Un “nudo” que la oposición solo trabaja de a ratos, como si no se le animara del todo. Los punteros peronistas, por el contrario, conviven en el territorio con esos votantes vulnerables que ni siquiera saben que existen otras opciones. De hecho, desde el regreso de la democracia, el peronismo operó allí como un partido único. Un fiel showroom de la conurbanización de la Argentina.
Si las elecciones se juegan en el conurbano, el juego más decisivo, sin duda, sucede en La Matanza. Un territorio cuyo peso electoral equivale a cinco provincias juntas: un volumen de votantes semejante a los electorados de La Rioja, Santa Cruz, Tierra del Fuego, La Pampa y Catamarca.
Pero Espinoza no solo está ausente. También está desgastado. Los primeros en notarlo y desafiarlo no fueron los medios “hegemónicos”, Patricia Bullrich o la “derecha neoliberal”, sino su propio frente interno: los piqueteros. Si Espinoza tiene 33.000 millones de pesos en el banco, tal como afirma la oposición (con los “barones”, todo es opaco), ahora le salió al cruce un desafiador al que no le falta billetera: Emilio Pérsico, que viene con la caja de Desarrollo Social.
El frente piquetero está postulando a Patricia Cubría, esposa de Pérsico, quien acaba de lanzarse con un spot bizarro acompañado por el jingle “Llora Espinoza”. Por ahora, sin embargo, los únicos que lloran en la vida real –y no en el spot– son sus víctimas.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/espinoza-un-baron-ausente-arriba-de-un-polvorin-nid05042023/