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Máquinas del tiempo. Viajar al pasado para curarse del futuro

Al pasado y al futuro se viaja con una máquina del tiempo.Hasta hace un año, todas las que había eran de mentira, producto de la ficción. El DeLorean de Marty McFly, por ejemplo, en Volv...

Al pasado y al futuro se viaja con una máquina del tiempo.

Hasta hace un año, todas las que había eran de mentira, producto de la ficción. El DeLorean de Marty McFly, por ejemplo, en Volver al futuro. El túnel psicodélico de Tony & Douglas, en El túnel del tiempo. La esfera metálica de H.G. Wells. El guardamuebles de la película Primer. Y cantidad de otros vehículos o portales.

La carrera por los viajes en el tiempo ha sido extensa; desde las cuerdas gravitatorias de Gött hasta los agujeros gusano de Carlo Rovelli

Desde hace un año a esta parte, algo se aclaró: un equipo alemán logró enviar una partícula de Planck, la más pequeña de todas las que existen en el universo, unos días al futuro, de vacaciones. La noticia la dio el físico cuántico Carlo Rovelli, discípulo de Stephen Hawking. Y nos pone muy felices: va a ser difícil que pueda viajar un ser humano en lo inmediato, pero más adelante se va a poder hacer. ¿Se va a poder hacer?

La carrera por los viajes en el tiempo ha sido extensa y amigable. Desde las cuerdas gravitatorias de Gött, pasando por el multiverso de Hugh Everett, el Jinn de Novikov, el cilindro de Tipler, la relatividad de Einstein, el universo rotatorio de Kurt Gödel, los agujeros negros de Hawking y los agujeros de gusano de Rovelli, la física y la matemática han vivido una fiesta por casi ochenta años. Y en esa fiesta los científicos le armaron una mesita a los niños escritores y directores de cine, donde fueron sentados Robert A. Heinlein, Isaac Asimov, Ray Bradbury, Shane Carruth, Christopher Nolan.

Solito fui y me robé una silla de plástico, y me senté con ellos. Mi contribución ficcional es una máquina de doble cilindro –uno acostado, de titanio, y uno de pie y de espuma cuántica– que rotan y envían avatares a fechas pasadas del calendario. La empresa que la hace funcionar se llama “Morel, viajes que curan”.

El futuro que describo en la novela Los mundos anteriores (Fondo de Cultura Económica) es de enfermedad y desolación, a pesar de las comodidades reinantes. Ya no hay sanación posible, pero uno se puede escapar a otros lugares de la historia donde no haya habido mayores riesgos de morir por enfermedades terminales. Por ejemplo, a una ciudad del pasado que registra la menor incidencia de cáncer de la historia. Se viaja al pasado para curarse del futuro.

Cuando uno piensa en la ciudad del futuro, siempre suele partir de una serie de preceptos del presente o del pasado. Para mi barrio del mañana en Buenos Aires consideré los estudios de Nikola Tesla, con su electricidad sin hilos, su aire magnético saludable y una cantidad de atributos de sus saberes que le fui agregando a mi burbuja urbana. Le puse el nombre de su mentor, Villa Tesla.

Las torres de vivienda y oficinas son bastante altas (como puede verse en la ilustración que encabeza esta nota), pero no pueden ser clasificadas como obras de propiedad horizontal porque carecen de zonas públicas. No tienen halls, ni escaleras ni ascensores. Funcionan como un simple apilamiento de cajas autónomas, a las que se entra desde un muelle balcón. Cada vivienda está complementada por su alter ego móvil, los vehículos T, que pertenecen al dueño del espacio y están totalmente emparentados con el hecho de vivir ahí. Vale decir: solo salen cuando su dueño sale. Y le ponen la musiquita que él quiere escuchar, le perfuman el aire como a él le gusta y le hablan.

Las casas también están atadas al deseo del dueño. Conceptualmente se basan en el despliegue de las pantallas en Windows, ese aparecer de un simple punto que llena todo el rectángulo visible. Acá vendría a pasar lo mismo, pero en 3D. Con la intermitencia de un pestañeo, el espacio cambia y se rehace para satisfacer las necesidades del habitante.

Actualmente llegamos a nuestras casas del trabajo o de la calle pensando en el bife que nos vamos a comer, o en la siesta que nos vamos a tomar. En las casas apiladas de la Villa, el espacio nos está esperando para cumplir con nuestras satisfacciones con un máximo de confort y un abanico inmenso de situaciones, las más hedónicas que se nos ocurran.

El protagonista, P, llega con ganas de bañarse por primera vez. ¿Cuáles son las opciones? Todas. Hay duchas, hay piletas de inmersión de distintas temperaturas, hay termas de Caracalla, hay campiña con reposeras para secarse al sol y umbráculos para tomar fresco, hay fuentes de aguas danzantes y cascadas naturales. P elegirá qué hacer, e irá entrenando al espacio sobre sus gustos, placeres y prácticas.

Pienso en las veces que entro a mi departamento con ganas de hacerme un trago. Tengo que agarrar las botellas, los hielos, el medidor, la batidora, los vasos largos, mezclar los líquidos, ir hasta mi diván y sentarme a beber. Quizá buscar un CD de Pink Floyd y ponerlo en el equipo. En la casa de la Villa Tesla, simplemente tendría que suponer la situación, que se crearía sola. Tal vez ingrese en un espacio similar a Pinar de Rocha en los años ochenta, con una barra mullida, cómodos sillones, bola de espejos, perfume cannábico y “Wish you were here” sonando al volumen ideal. Y un Martini Dry que brotó del aire, con su aceituna descarozada.

P se maneja con un Tesla de última generación. En el 2053 los vehículos no simulan futuros cromados, por lo que la apariencia puede ser vintage ecológica. Su T20 parece un armadillo que ejecuta múltiples acciones. Vuela, rueda, corre, camina, trepa, flota y se sumerge. La carrocería puede ser opaca, transparente o servir como pantalla.

Los Teslas de este futuro no necesitan estacionamiento, se vuelven solos al muelle. Su destino está engarzado a los movimientos de su dueño y su casa. Un detalle de diseño tiene que ver con la incomodidad que surge, a lo largo de los años, para subir a un auto. Adentro se puede estar muy confortable, pero para subir hay que apelar a una pequeña acrobacia (agacharse, entrar un pie, entrar el otro, sentarse, abrocharse el cinturón de seguridad). Todos esos movimientos pueden hacerse difíciles en la tercera edad. El T20 saca su asiento Jagger, como la lengua de Mick a tamaño gigante, te recoge en la vereda y te sube, sin ninguna complicación.

Stephen Hawking imaginó una reunión para recibir a los posibles viajeros del tiempo. Creo que tomó la idea de Julio Verne, que había convocado públicamente en la redacción del periódico para el que trabajaba a todo aquel que llegara de otra era, u otro planeta. Simplemente tenía que avisarle: Verne se ocuparía de pagar los cafés. Hawking mejoró la apuesta: alquilaría un galpón todos los 23 de Julio, y le pondría un cartel de bienvenida. Algún día se llenará de recién llegados, opinó.

Para Los mundos anteriores diseñé un Welcome en 1920, que se colma de farsantes. Pero ojo: algunos vienen del futuro de verdad, y a veces quedan en orsai para los lugareños porque no tienen la información suficiente para decodificar los datos que reciben.

Ana María Shua es la speaker de la reunión anual. En mi novela se llama Anmarie Shuít. Le pedí que presentara la novela. Fue un golazo metaliterario: la speaker de la presentación era la mismísima speaker del libro. Le coloqué una credencial oficial de viajera en el tiempo, con la zona de salto situada en la Villa Tesla y la fecha de llegada el 26/6/2025 al auditorio en que se presentó el libro. En su discurso, que puede leerse en https://milanesaconpapas.blogspot.com/2025/06/las-notas-del-discurso-de-ani-shua-del.html, menciona las bondades de haber arribado para presentarse como speaker intertemporal. Una genia, Ani.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/maquinas-del-tiempo-viajar-al-pasado-para-curarse-del-futuro-nid09082025/

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