Quedate en casa
En primer lugar, quiero pedirle disculpas, querido lector, por el faltazo de la semana pasada. Estuve de mudanza y, como se sabe, una mudanza es un demonio disfrazado de canastos que agobia hasta a...
En primer lugar, quiero pedirle disculpas, querido lector, por el faltazo de la semana pasada. Estuve de mudanza y, como se sabe, una mudanza es un demonio disfrazado de canastos que agobia hasta a los monjes tibetanos. Superado el trance del embalaje, del traslado, del desembalaje y de no encontrar nada de lo “eficientemente” guardado, debo confesar que estoy feliz de que a Cristina no la obliguen a mudarse. Feliz por ella: zafó de semejante estresazo al permitirle la Justicia seguir cumpliendo la pena en su monono departamento de Constitución, de cuatro dormitorios, cocina-comedor, living, tres baños, lavadero y habitación de servicio.
Por un momento, la imaginé teniendo que clasificar el contenido de los seis ambientes con dependencia y sentí vértigo. Hubiera sido una condena más dura que los seis añitos de encierro y aún más injusta que no poder usar chupines, medias de seda, calzas para subirse a la cinta de correr ni darse baños de inmersión por culpa de la tobillera.
Además, estimo que, de haber dispuesto la Justicia que se mudara a otro lado, habría perdido dinero y no es cuestión de andar dilapidando los tristes 250 millones de pesos (unos 195.000 dólares) que confesó Cristina tener como patrimonio en su última declaración jurada. No es lo mismo mudarse de un monoambiente que de semejante semipiso. Ya tiene bastante con que los jueces del tribunal oral la hayan intimado, junto al resto de los responsables del caso Vialidad, a depositar 685.000 millones de pesos por el daño producido al erario público como producto de “un gravísimo hecho de corrupción”. Por otro lado, si Cris quiere seguir desayunando con palta y huevos, como nos mostró el hijísimo, le conviene seguir comprándolos en Constitución, que por lo que vi son más baratos que en otros barrios.
Usted me dirá, querido lector, que los que perdieron con esta no mudanza son los vecinos. Todo no se puede. Hay que mirarle el lado bueno a la situación: con la permanencia de Cristina en San José 1111 se intensificó la seguridad en la zona sin que eso represente un gasto adicional porque hace años que tiene custodia que pagamos todos. Otro detalle es que, por cumplir el mandato judicial para evitar sanciones o porque los seguidores se tomaron el buque, ya no hay manifestaciones bajo el balcón de Rapunzel.
Dicen que una mudanza es tan estresante como un divorcio o perder el trabajo. La Justicia ya se encargó de vedarle de por vida la posibilidad de ocupar cargos públicos y, que sepamos, no está en pareja. ¿Para qué entonces agregarle un disgusto más a la pasionaria del Calafate, como la bautizó el amigo Fernández Díaz? Va para ella y respetuosamente para la docena de jueces que tramitaron esa causa -y con pedido de disculpas para todos por si los ofende el personaje-, la recomendación que nos hacía Alberto Fernández desde el púlpito mientras en privado él jugaba al cotillón durante la pandemia: “Mejor, quedate en casa”.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/quedate-en-casa-nid20072025/