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El 17 de octubre, de Cipriano Reyes a López Rega

La marcha se organizó en varias columnas que iban llegando desde el oeste, el norte y el sur. Subida en camiones, colectivos y trenes, la muchedumbre llegó al puente de Barracas atravesando los c...

La marcha se organizó en varias columnas que iban llegando desde el oeste, el norte y el sur. Subida en camiones, colectivos y trenes, la muchedumbre llegó al puente de Barracas atravesando los cordones policiales. “A las 5 de la tarde llegamos a la Plaza de Mayo. Había más de 500 mil personas. Lo que pasó después es historia conocida”, recordará con los años Cipriano Reyes, uno de los cabecillas de la movilización.

En El 45, Félix Luna afirma que el 17 de octubre “marcó el comienzo de la integración de la clase obrera como tal en el proceso político nacional, al que era ajena hasta entonces”. Menciona también “la agresiva actitud de las masas frente a lo universitario”, resumida en las consignas “Haga patria, mate un estudiante” y “Alpargatas sí, libros no”. Además, citando al escritor Dardo Cúneo, argumenta que el “Dia de la lealtad” produjo una fórmula: Ejército + Sindicatos = Poder.

Desde una mirada externa, en las páginas de Perón. Una biografía, Joseph Page reflexiona: “La experiencia colectiva vivida ese día elevó a los trabajadores de la Argentina por encima de sus contrapartes en el resto del continente”. Para el académico norteamericano, esa fue, quizás, la herencia más significativa de Perón.

María Sáenz Quesada observa el fenómeno desde otro enfoque. En el artículo “Argentina, antes de Perón”, publicado en Perfil en octubre de 2019, sostiene que el peronismo nació de lo ocurrido el 4 de junio de 1943, heredando de aquel golpe de Estado aspiraciones, ideas, conductas políticas y consignas. Para la historiadora, la asonada militar del GOU -Grupo de Oficiales Unidos- y la consecuente emergencia del peronismo significaron el final de la argentina liberal.

Olvidado en el fondo de la historia hubo otro 17 de octubre, el de 1916. Ese día nació en Buenos Aires José López Rega, secretario privado de Perón y responsable de la Alianza Anticomunista Argentina, organización paraestatal de la derecha peronista que operó entre 1973 y 1975, durante los gobiernos constitucionales de Juan Domingo Perón y María Estela Martínez. Se calcula que el grupo extremista asesinó entre 300 y 1100 personas en ese período.

Mientras la Triple A mataba al amparo del Estado, su mandamás era ministro de Bienestar Social y miembro de la logia italiana “Propaganda Due”, liderada por Licio Gelli. En mayo de 1974, “El brujo”, que había sido cabo de la Policía Federal Argentina entre 1946 y 1955, fue ascendido a comisario general por un decreto presidencial. Luego, entre 1975 y 1976, el oscuro hombre esotérico ocupó el cargo de embajador argentino en España.

Instaurada la última dictadura, tras el derrocamiento de Isabel Perón, el gobierno de facto dispuso la extradición de López Rega, que huyó a Suiza y luego a Bahamas. Recuperada la democracia, y tras permanecer 11 años prófugo, fue arrestado en Estados Unidos y extraditado a la Argentina en 1986, procesado por secuestro y homicidio, entre otros delitos. Murió cumpliendo prisión preventiva, a la espera de una condena, el 9 de junio de 1989.

Tal vez la fecha sea una síntesis. Con Cipriano Reyes y López Rega como partes del todo, el 17 de octubre refleja la singularidad y las contradicciones del peronismo: esa experiencia política que, en más de una ocasión, logró interpelar a la sociedad y canalizar sus demandas; una identidad que supo de golpismo, persecuciones, fusilamientos y proscripción; el aparato de poder, personalista y de ciertos rasgos autoritarios, que otorgó derechos políticos y sociales; una fuerza con pretensión hegemónica que, sobre todo después de 1949, utilizó el andamiaje estatal para perseguir opositores, expulsarlos del parlamento, encarcelar a quienes pensaban diferente y cargar contra el periodismo crítico, tal como ocurrió en 1951 con la expropiación del diario La Prensa.

Fue, al mismo tiempo, el extenso manto que cubrió a sindicalistas ortodoxos alistados en la CGT, gremialistas combativos, organizaciones armadas, empresarios y periodistas. También cobijó a referentes de la cultura, académicos, artistas, facciones parapoliciales, núcleos nacionalistas, simpatizantes del fascismo, intelectuales de izquierda y parte de la Iglesia Católica.

Probablemente debido al origen castrense de su fundador, exhibe una estructura verticalista y pragmática, capaz de mutar ideológicamente para adaptarse y sobrevivir. Al calor de liderazgos variopintos, lo abarcó todo: renovación partidaria y caudillismo conservador; neoliberalismo privatista y estatismo ferviente; diálogo político para reformar la Constitución Nacional en 1994 y setentismo militante; relato, pasión, muerte y frivolidad; corrupción, impunidad y políticas públicas de largo alcance; movimientos sociales, barricadas y grupos de presión.

Para Claudio Negrete, periodista y escritor que investigó sobre el robo de las manos de Perón en su libro La profanación, el peronismo se terminó el 1° de julio de 1974, con la muerte del líder y conductor. Es probable, pues, que desde 1983 en adelante el movimiento de masas haya perdido, lenta y paulatinamente, parte de su identidad e impronta, transformándose en una franquicia electoral que, a contramano de otros tiempos, ha dejado de ser imbatible en las urnas. Aun así, a 80 años de su alumbramiento, el peronismo constituye una suerte de religión, un credo argentino que, hasta hoy, cuenta con una multitud de fieles de toda estirpe.

Damián Toschi es periodista

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/el-17-de-octubre-de-cipriano-reyes-a-lopez-rega-nid18102025/

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