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Sebastián La Rosa: Los mejores hábitos para envejecer más lento y vivir mejor

Hoy en Conversaciones de La Nación nos damos el gusto de charlar con Sebastián La Rosa. Médico clínico especializado en longevidad, transitó un recorrido poco común: además de su formación ...

Hoy en Conversaciones de La Nación nos damos el gusto de charlar con Sebastián La Rosa. Médico clínico especializado en longevidad, transitó un recorrido poco común: además de su formación académica formal, incursionó en terapias alternativas como la homeopatía y la medicina china. Esa experiencia le permitió tomar contacto con diferentes miradas sobre la salud y la enfermedad, vivir lo mejor de ambos mundos y, finalmente, elegir un camino siempre guiado por la evidencia científica.

En esta entrevista, La Rosa reflexiona sobre cómo cambió su concepto de salud a lo largo de los años, explica qué significa realmente personalización en medicina y comparte avances en torno a la longevidad, la microbiota, la inteligencia artificial aplicada a la salud y la importancia de los vínculos sociales para prevenir enfermedades. Un recorrido por la medicina del presente y del futuro, contado desde la experiencia de un médico que busca hacer la prevención accesible a todos.

Empecemos por tu incursión desde la medicina más tradicional, la alopática, hacia estas otras terapias alternativas. ¿Qué te despertó la intriga ahí?

Yo creo que el camino menos pavimentado tiene un problema: justamente no tiene un recorrido fijo. Normalmente, cuando pensamos “tiene que haber una solución mejor a la que me presentaron en una materia o en la carrera”, solemos buscarla en los lugares más conocidos. Y eso no necesariamente es lo ideal.

Lo que me pasó a mí es que, después de terminar medicina, empecé a estudiar medicinas alternativas: homeopatía, medicina china… cada una lleva varios años. Y me encontré con que no eran la solución que yo esperaba. Tienen algo valioso, como la idea del abordaje más individualizado, de entenderte más allá de la creatinina o el colesterol en sangre. Pero no tenían los resultados terapéuticos que yo esperaba, ni a nivel de evidencia científica ni en la práctica con pacientes.

A partir de ahí empecé a buscar un punto medio: un abordaje individualizado que identificara desequilibrios, pero con base en evidencia, replicable, útil para todos y escalable.

¿Llegaste a aplicarlo en el tratamiento de pacientes?

Sí.

¿Cuál en particular?

Usé todas las herramientas que estudié. Pasé bastante tiempo en Asia, aprendiendo con maestros de Chikung, pensando que me iban a dar una herramienta realmente útil o diferencial. La realidad es que no fue así. Puede sonar romántico decir “me fui a una cueva con un maestro de Chikung”, pero a la hora de aplicarlo en la vida cotidiana o con pacientes no resultaba tan útil como parecía.

Después de transitar todo eso, ¿se modificó tu concepto de lo que es salud y lo que es enfermedad? ¿Cómo los definís hoy?

Hay diferencias muy grandes. La parte positiva de las medicinas alternativas está en entender la enfermedad antes de que se manifieste, en pasos previos a lo que la medicina convencional suele abordar. Esa es la diferencia que yo veía entre estar en un sanatorio haciendo clínica y estar en un consultorio de homeopatía.

Pero hoy ambas visiones confluyen en lo que viene: la medicina personalizada y preventiva. La salud no aparece de un día para el otro; hay procesos que se van dando en el cuerpo. Mi especialidad, la longevidad, trabaja con lo que se llaman mecanismos de envejecimiento (“hallmarks of aging”). Son procesos que ocurren mucho antes de una enfermedad cardiovascular, un cáncer o una demencia. Nuestro trabajo es prevenir, moderar esos mecanismos, con un enfoque parecido al de la medicina alternativa, pero basado en evidencia científica y en la investigación más actual.

Decís “personalización”, y alguien podría pensar: “Cuando voy al médico, siempre es uno a uno”. ¿Eso no es personalización?.

No. Que un médico esté frente a vos no significa personalización. Las recomendaciones, como bajar el colesterol o regular la presión, están basadas en guías que son para todo el mundo. Y ahí aparece la diferencia.

Te doy un ejemplo simple: los pasos diarios recomendados. En estudios de EE.UU. el máximo beneficio cardiovascular está en 12.000 pasos. En Japón, en 8.000. ¿Por qué la diferencia? Porque los grupos estudiados eran distintos. Lo mismo pasa con dieta, colesterol, cualquier cosa.

Ahí entendés que no hay una respuesta universal: alguien con sobrepeso puede necesitar más pasos, alguien con más riesgo cardiovascular, más ejercicio. La verdadera personalización surge de cómo interactúan todas las variables de tu salud. Y eso, en el futuro, va a ser posible gracias a machine learning e inteligencia artificial, que permiten ver cómo tus características genéticas y epigenéticas definen qué funciona mejor para vos.

Entonces, ¿agarrarías una planilla y pondrías “colesterol debajo de 220, presión en tanto y tanto”?

Eso se puede hacer, pero si lo llevás al máximo nivel de optimización, se vuelve mucho más complejo. Tenés que considerar el riesgo genético, la microbiota, el contexto metabólico. Un plan verdaderamente personalizado combina análisis de sangre, factores genéticos, composición corporal y hasta hábitos cotidianos. Ahí la personalización deja de ser solo un número y se convierte en un abordaje completo.

En esa personalización mencionaste estudios de laboratorio. ¿Son la base de tu trabajo?

Sí, 100%. Aunque también hay dos caminos: uno, el de quienes pueden hacerse estudios sofisticados y costosos; y otro, el de quienes no tienen esos recursos. Para estos últimos hay que encontrar formas de personalizar usando información accesible: movimiento, composición corporal, estudios clínicos básicos. Con eso se pueden hacer aproximaciones escalables. Incluso con una cinta métrica en casa se puede estimar, por ejemplo, la edad biológica.

¿Qué podés decirnos sobre la “edad biológica”? ¿Qué pasa en el cuerpo a nivel celular cuando envejecemos?

El envejecimiento no es solo arrugas o canas. Es daño celular acumulado: el ADN se deteriora, los telómeros se acortan, las mitocondrias producen menos energía. La radiación, el estrés oxidativo, la inflamación… todo eso acelera el desgaste. El objetivo no es vivir 200 años, sino posponer la aparición de enfermedades relacionadas con el envejecimiento y ganar calidad de vida.

¿Y cuándo habría que empezar a pensar en eso?

Paradójicamente, nunca es tarde. Incluso a los 60 años podés obtener beneficios. Lo más efectivo sigue siendo lo básico: buen sueño, alimentación equilibrada y ejercicio regular. Los suplementos pueden ayudar, pero representan un porcentaje menor. Y cada vez cobra más importancia el aspecto social: la soledad acelera el envejecimiento tanto como la mala alimentación o el sedentarismo.

¿Ahí entra la idea de las zonas azules?

Exacto. Las zonas azules son lugares del mundo donde había gran concentración de personas longevas, como Okinawa o Cerdeña. Se asocian a buena dieta, propósito de vida y vida social activa. Pero algunos estudios recientes cuestionan esos datos: en Okinawa, por ejemplo, muchos registros civiles se perdieron en la guerra. Más allá de los mitos, lo importante es que los factores comunes eran claros: alimentación variada, movimiento constante, vínculos sociales y propósito.

Y en todo esto, ¿qué lugar ocupa la microbiota?

Fundamental. Hace 20 o 30 años casi nadie hablaba de intestino irritable o intolerancias. Hoy, en cambio, los problemas digestivos son comunes. La microbiota —el conjunto de microorganismos en nuestro cuerpo— influye no solo en el intestino, sino en cerebro, piel, metabolismo y sistema inmune. El estrés, la dieta y hasta el aislamiento social la alteran. Y si la microbiota se desequilibra, aparecen inflamación, permeabilidad intestinal y riesgo de enfermedades.

¿Cómo se estudia hoy la microbiota?

Con muestras de materia fecal y secuenciación genética. Es caro, complejo y todavía imperfecto, porque la correlación entre bacterias y enfermedades no siempre es clara. Por eso, más que depender solo de estudios, trabajamos en herramientas prácticas: por ejemplo, apps que permiten fotografiar lo que comés y te devuelven un puntaje de cuánto beneficia o perjudica a tu microbiota. La idea es hacer prevención de forma simple y sostenible.

Todo esto parece imposible sin inteligencia artificial.

Exacto. La IA es clave para procesar la enorme cantidad de datos de cada persona. Permite cruzar variables, detectar patrones y generar recomendaciones personalizadas. Pero también hay que usarla con cuidado: no obsesionar al paciente, sino acompañarlo con cambios progresivos y sostenibles.

¿Seguís atendiendo pacientes?

Muy esporádicamente. Hoy estoy más enfocado en investigación y en desarrollar sistemas escalables de prevención. Pero creo que en el futuro la IA va a liberar al médico de la carga numérica, dándole más tiempo para la relación humana con el paciente.

Con todos estos avances, el cáncer sigue siendo el gran monstruo…

Sí, y es complejo porque no es una sola enfermedad, sino muchas. No hay marcadores predictivos tan claros como en el riesgo cardiovascular. Por eso es difícil investigarlo. Lo que podemos hacer desde la prevención y la longevidad es reducir riesgos indirectos: mejorar hábitos, disminuir inflamación, fortalecer el sistema inmune.

Después de este recorrido por la medicina alternativa, ¿qué rescataste?

Me enseñó que la salud está atravesada por múltiples variables y que no todas son abordables al mismo tiempo. Volví al punto cero: priorizar lo básico con evidencia. Buena alimentación, suficiente proteína, evitar déficits nutricionales, moverse, dormir bien. Son pilares que cualquier persona puede aplicar.

¿Cuál considerás tu mayor virtud?

La disciplina.

¿Y un rasgo de tu personalidad que te enorgullece?

La curiosidad. Nunca me conformé con una sola respuesta, siempre busqué alternativas.

¿Qué parte de tu infancia volverías a vivir?

Ninguna. No volvería a vivir mi infancia.

¿Qué canción te emociona?

Nessun dorma, de Turandot.

¿Un paisaje argentino que siempre llevás con vos?

Las sierras de Balcarce.

¿Un libro o película que te marcó?

El Señor de los Anillos, de Tolkien.

¿Qué te da bronca con facilidad?

Ver que alguien no hace prevención sabiendo lo que debería hacer. Es como ver el futuro y no poder cambiarlo: sabés cuál será la consecuencia, pero la persona sigue igual.

¿Qué te hace reír con ganas?

Mi perra y mi esposa cuando se ponen a bailar y hacen pavadas.

¿Con quién te gustaría tener una última charla?

Con personajes históricos. Me hubiera gustado estar presente cuando el Papa León I convenció a Atila para dar media vuelta y no invadir Italia. Es un misterio fascinante.

¿Qué te gustaría que digan de vos dentro de 100 años?

Que hice todo lo posible por dejar el mundo mejor de lo que lo encontré.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/videos/sebastian-la-rosa-los-mejores-habitos-para-envejecer-mas-lento-y-vivir-mejor-nid24092025/

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