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Una sombra voraz: un fascinante juego de dobles y la escalada de una montaña tan real como simbólica

Autor y director: Mariano Pensotti. Intérpretes: Diego Velázquez, Patricio Aramburu. Vestuario: Mariana Tirantte. Escenografía: Mariana Tirantte. Iluminación: David Seldes. Música: Diego Vaine...

Autor y director: Mariano Pensotti. Intérpretes: Diego Velázquez, Patricio Aramburu. Vestuario: Mariana Tirantte. Escenografía: Mariana Tirantte. Iluminación: David Seldes. Música: Diego Vainer. Sala: Dumont 4040 (Santos Dumont 4040). Funciones: sábados a las 20. Duración: 90 minutos. Nuestra opinión: excelente.

Siempre es ficción. La frase aplica para una historia de zombies y extraterrestres, como para una obra en la que el actor se presente con su nombre y apellido real y cuente un caso personal de su vida. Si bien esta idea no niega la existencia de proyectos artísticos que se basan en experiencias reales, la construcción dramática, la decisión de convertir un acontecimiento verdadero en un espectáculo, de crear una narración, con una puesta en escena, escenografía y vestuario, implica un desarrollo ficcional sobre hechos que podrían o no haber sucedido. Existen muchos estudios respecto de los límites entre realidad y ficción, pero Mariano Pensotti transformó la teoría en arte con el estreno de Una sombra voraz, una pieza que nos recuerda el poder atávico de los buenos relatos.

Si desde mediados del siglo XX cierto tipo de teatro comenzó a desestimar los dramas épicos, las historias de reyes y hasta cierto realismo clásico, para hablar de la pequeña trama personal, enfatizar el documental y hasta el no relato, este autor y director explora la posibilidad de volver a la épica, las aventuras y al documental al mismo tiempo; en su regreso al teatro independiente con su compañía Marea (junto con Mariana Tirantte, Diego Vainer y Florencia Wasser), a 20 años de su primer espectáculo. Una sombra voraz es una inyección de vitalidad y energía, es una propuesta que continúa con la tradición de este grupo de cruzar el cine y las artes visuales, como sucedió con obras canónicas para el teatro nacional, como El pasado es un animal grotesco (2010) y Cineastas (2013).

Patricio Aramburu y Diego Velázquez son los actores de este espectáculo en un juego de dobles fascinante y con una actuación comprometida a jugar al verosímil documental e intimista, al mismo tiempo. Uno interpreta a un escalador, hijo de un famoso alpinista que desapareció intentando llegar a la cumbre del Annapurna en 1989, cuando él era pequeño. En 2017, con 40 años y antes de retirarse, quiere intentar completar la escalada en la que murió su padre. En ese ascenso a la montaña, le sucede algo inesperado que lo vuelve famoso. El otro representa a un actor con una carrera estancada, que es convocado para protagonizar la vida de este escalador en una película.

El cruce entre la persona real a la que le sucedió un acontecimiento extraordinario y el actor que interpreta a esta persona en la película de su vida habilita múltiples lecturas respecto de cómo se construye la ficción, cómo cambian las interpretaciones y qué significa ser el reflejo del otro. La técnica narrativa es el monólogo entrecruzado, con puntos de encuentros entre ambos.

Uno sube a la montaña real, al otro le construyen la montaña con nieve violeta, porque se ve mejor en la pantalla. “Hay que crear lo real”, dice el personaje y es exactamente lo que Mariano Pensotti hace, al mostrar documentos, como libros y tapas de revistas de hechos que, entendemos, nunca sucedieron. Todo lo que sucede en el espectáculo habilita múltiples capas de sentido: escalar una montaña es metáfora de la escalada capitalista, de las consecuencias del cambio climático y también de las relaciones verticales y difíciles entre padres e hijos. ¿No es el recuerdo de nuestros propios padres también una construcción narrativa?

El teatro del Grupo Marea nos acostumbró, como público, a dispositivos escénicos que en su diseño incluyen la lógica del modo en que se cuenta el relato. Esta vez no es la excepción, pero la talentosa escenógrafa Mariana Tirantte apostó a un procedimiento minimalista y desafiante: unos paneles que se dividen en tres, de un lado son blancos y del otro un espejo. Ideal para esta teoría de los dobles que el espectáculo despliega en varios niveles y que hasta involucra a los espectadores. Esta especie de pared móvil será en un momento una montaña a escalar, que implica que los actores se cuelguen, tambaleantes, en una estructura que se sostiene por el peso de ambos.

Un bello símbolo para comprender cómo esta historia que se cuenta de a dos, desde la escritura hasta en su lenguaje visual, se complementan una con otra. Dijo Ricardo Piglia: “El arte de narrar es el arte de la duplicación, es el arte de presentir lo inesperado, de saber esperar lo que viene, nítido, invisible”. Una sombra voraz es la comprobación de esa maestría de las buenas historias y de la capacidad única de la verdadera obra de arte de irradiar energía.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/teatro/una-sombra-voraz-un-fascinante-juego-de-dobles-y-la-escalada-de-una-montana-tan-real-como-simbolica-nid06082025/

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